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Imágenes de la vergüenza.

FOTO:  Los trofeos del día (2) #15M

Esto pasa con SUS armas.

A estas horas ya circulan por la red cientos de archivos de contenido audiovisual relacionados con los sucesos acontecidos el día de ayer en las inmediaciones de Sol y, posteriormente, frente al Ministerio del Interior, y que produjeron como resultado, según cifras oficiales, 20 heridos, de los cuales 7 serían policías, y 13 serían manifestantes (o “indignados”). Cómo algo así ha podido ocurrir parece, en principio, incomprensible pero, a poco que se busque, ciertas cuestiones resultan llamativas.

En primer lugar, es curioso cómo, habiendo estado en contacto estrecho durante todo el día los manifestantes y los agentes de policía, los acontecimientos que implicaron violencia por parte de las Fuerzas del Orden –que no de Seguridad- acontecieron una vez más cuando las circunstancias dificultaban la captación de imágenes, es decir (retomando el término aparecido en la prensa hace un tiempo), con nocturnidad.

¿Casualidad? A buen seguro no.

Sobre todo, si uno presta atención al detonante de la carga, un miserable cartelito, papel, con letras en él. ¡Terror! Bien es sabido que de todas las armas a emplear contra la opresión -particularmente la violenta- la peor de todas es la palabra. Es comprensible por lo tanto el pánico de que fueron presa aquellos ataviados de uniforme –botas, casco, escudo y porra- que súbitamente vieron rojo. ¡Tenían miedo! Miedo a esos antisistema, perroflautas, que tuvieron la osadía de pegar un cartel frente al Ministerio al que rinden pleitesía y, encima, tuvieron la desfachatez de responder orgullosa y arrogantemente al grito de “¡Estas son nuestras ARMAS!” mientras alzaban las manos. El colmo de la provocación.

Esto es lamentable para la imagen de los Cuerpos de Seguridad (¡ehem!) del Estado, actualmente hundidos en la más profunda (o casi) de las vergüenzas: defendidos sensatamente por algunos de sus sindicatos, pero humillados horas después por la actuación de algunos de sus integrantes, capaces de agredir a un anciano, de golpear a una persona mientras era atendida por los Servicios Sanitarios, o de patear para después arrestar sin justificación suficiente a un periodista. Me compadezco por aquellos que llevan el uniforme con dignidad, porque es el uniforme de la vergüenza. Yo me plantearía seriamente mi deseo de compartir colores con sádicos y cobardes armados: la manzana podrida hace tiempo que ha corrompido el tiesto.

Pero no nos equivoquemos, no es esta gente quien representa la indignidad de este país y de estos tiempos. Ellos, como buenos “cumplidores de órdenes” son sólo un síntoma, o un efecto, de problemas mucho más profundos. Si la única disfunción se encontrara en las Fuerzas del (des)Orden el trabajo estaría pronto hecho. No, lo que hay que cambiar está mucho más arriba, y mucho más protegido. Hordas de individuos que pretenden erigirse en representantes de la vox populi muerden impunemente la mano que les da de comer, y ejercitan con excelencia una violencia mucho más sutil y difícil de perseguir que sus subalternos. Una violencia por la opresión, la desinformación, la mentira y la corrupción, todo ello maquillado con bellas palabras y juegos dialécticos, para despistar.

Esto es, después de todo, comprensible, pues aquellos responsables y colaboradores necesarios del sufrimiento ciudadano dependen exclusivamente de los vicios –que no de las virtudes- de nuestro sistema (electoral, económico y social) y, por tanto, han de luchar con uñas y dientes por preservarlo, haciendo los cambios estéticos que sea necesario para acallar las voces de protesta.

En este sentido, hay ejemplos paradigmáticos en los dos grandes partidos mayoritarios. Por un lado, tenemos el PP, los primeros en mandarte a los tanques contra los manifestantes si esto llega a ocurrir (y probablemente ocurra) bajo su mandato o, simplemente, en la próxima visita del Papa Ratzinger. Estos mismos individuos denunciaban una respuesta desmesurada de las policía anoche frente al Ministerio. ¡Qué bueno tener una chaqueta reversible! Eso sí, en distintos tonos de azul…

Por otro lado, el caballero andante don Rubalcaba (jocosamente Alfredo P.), tan defensor de cara a las próximas elecciones del establecimiento de un “diálogo” con los “indignados” y tal y cual, no es animal que acariciar a contrapelo, y tras enterarse de los sucesos, prontamente regresó a su posición de ex ministro de Interior y cargó contra los manifestantes, defendiendo a sus bien amados “Cuerpos” cuya actuación había sido legítima e indudablemente necesaria ante esos “200” disidentes secuestradores de ciudades, chabolistas y otras memeces.

Ha quedado claro, por esto y por otras mil cosas de las que han ocurrido en los últimos cuatro años, que el sistema ha caducado. Y ha caducado en una posición de pleitesía simultánea a dos Dioses: el que la fuerza religiosa impone, y el que las fuerzas económicas imponen. Ha llegado pues la hora de matar a estos dioses y construir, de una vez por todas, el Reino de los Hombres.

Dicen que el loco ese día penetró en varias Iglesias [y bancos] y entonó un requiem aeternam deo. Y cuando era arrojado esgrimía reiteradamente su argumento: «¿Qué son estas iglesias, sino tumbas y monumentos fúnebres de Dios?».”